jueves, 4 de septiembre de 2008

Extraído de una octavilla encontrada al azar

En mi casa somos cuatro, mi madre, mi padre, mi hermana y yo. Ya se leer y todo eso. Ya se inglés y todo eso. Pero yo no voy a ahcer un master en Oxford, ni voy a ser un intelectual, ni creo que vaya a salir por la televisión. La misma televisión que nos ha endeudado hasta tres generaciones para que mi padre pueda ver la Champions League por vía digital; la misma televisión que nos dice que no existimos ningun/a de nosotrxs. Porque aquí, en España, sólo hay ricxs. Ricxs que lavan con Mistol y a lxs que le gusta vivir en este mundo con los electrodomésticos Bosch porque tienen una mansión en el campo; ricxs que comen "Brasador" de Maggi en un velero y que bailan como gilipollas porque comen con "Isabel" y las nuevas salsas Calvé; ricxs que compran sus trajes de primavera en el Corte Inglés por 1000 €, pero no tienen problemas porque beben Nestea y tienen acciones y plan de inversiones a bajo riesgo en el Banco Santander.
Mis padres también tienen una hipoteca en el banco. Nos mandan muchas cartas. Un día mi madre abrió una y se puso a llorar, lloró toda la tarde. Cuando llegó mi padre de trabajar también lloró. Dijo que no podía más, que se iba a quitar la vida. Aunque se suicidara no serviría de mucho, la vida de mi padre no vale nada porque no tiene un seguro de vida de Santa Lucía, de esos que salen por la tele. Mi madre compra en el Día, pero no es una mujer de hoy. Tampoco su cara y su figura son las de antes, pero va a seguir igual, porque mi madre nunca ha ido a Corporación Dermoestética, y eso que las mujeres de la tele se lo aconsejan todos los días. Tampoco tenemos un coche. Debemos ser de lxs pocxs que no tenemos un Galloper, porque en la tele dicen que son baratísimos. Mis compañeros del cole tampoco tienen un Galloper. Sus padres también tienen una hipoteca en el banco y también han llorado alguna vez. En realidad están hartxs de llorar. Y de trabajar.
Yo quiero a mis padres, pero no voy a ser como ellos. Mis compañerxs del cole y yo hemos visto que el banco del barrio es quien manda las cartas a nuestras casas (aunque no sabemos bien si nuestras casas son nuestras o del banco). Hoy vamos a quemarlo. Ya no llorarán más.
Al menos eso creemos. Si no, seguiremos quemando bancos, hasta que ya no haya más cartas. Creo que al fin y al cabo sí voy a salir por la tele...

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